Cúbrenos diligente, oh irreprimible,
la embozada absorción de tu vacío;
la semilla en la nieve y la punible
identidad en sí raspada, ídolo frío.
Vacío y aliento amagan en la piel.
La piel comprueba los pasos de la brisa
por la nada, allí fuera escanciado papel,
limón helado a cantidad de la sonrisa.
Entre dos conchas el vacío aprisionado,
cono descendente, estigio rabo del lebrel,
entona la servidumbre del poro desatado
en las exigencias bruscas de la miel.
Las hogueras de Ítaca, oh pordiosero.
Oh encubridora, guardiana del cordero.
[José Lezama Lima, Dador, de Poesía completa,1, Madrid, Aguilar, 1988, ps. 262-3]
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